La biblioteca escolar es un servicio de información para todos los miembros de una comunidad educativa, que forma parte de los espacios y los procesos pedagógicos que tienen lugar en los centros escolares. Las bibliotecas escolares son centros de recursos para las actividades de enseñanza-aprendizaje y están constituidas por un conjunto sistematizado y dinámico de servicios y fondos documentales que permiten:
En el año 2000, las organizaciones internacionales IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions) y Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) difundieron conjuntamente el Manifiesto sobre la biblioteca escolar. Se trata de un documento propositivo, traducido a diferentes lenguas, que declara de forma explícita que las bibliotecas escolares son parte integrante del proceso educativo, pues proporcionan a los estudiantes información e ideas para desenvolverse con éxito en la sociedad; competencias para el aprendizaje a lo largo de toda la vida y también contribuyen a desarrollar la imaginación y la ciudadanía responsable. Entre las funciones que desarrolla la biblioteca escolar, la IFLA y la Unesco enumeran las siguientes:
Para cumplir estas tareas, la biblioteca escolar –según la IFLA y la Unesco– ha de formular políticas y crear servicios, seleccionar y adquirir materiales, facilitar el acceso material e intelectual a las fuentes de información adecuadas, proporcionar recursos didácticos y emplear a personal capacitado.
Este Manifiesto alcanzó una gran repercusión y ha impulsado desde entonces el que- hacer de numerosos educadores y bibliotecarios que desarrollan un modelo activo de biblioteca escolar entendida como mediadora del conocimiento y como promotora de los procesos de aprendizaje de los estudiantes, futuros ciudadanos y ciudadanas, sin distinción de origen social, económico o cultural.
Con el propósito de ayudar a las escuelas en el proceso de implementar los princi- pios del Manifiesto, se redactaron las Directrices de la IFLA/Unesco para la biblioteca escolar en el año 2002. Este documento presenta un modelo para promover la biblioteca escolar en los centros y aborda aspectos tales como la misión de la biblioteca, recursos (financiación, ubicación y espacio, equipamiento, colección...), funciones, habilidades y responsabilidades del personal bibliotecario, posibles actividades y coo- peraciones, formación de usuarios, algunos programas para el desarrollo de la biblio- teca y la instrucción en destrezas para el estudio y la competencia informativa, etc.
Aunque usual y extendida, la expresión biblioteca escolar resulta poco precisa, ya que incluye colecciones documentales muy variadas que forman parte de centros y niveles educativos distintos. Designa las bibliotecas ubicadas tanto en colegios como institutos, escuelas de idiomas, de música y danza, de artes, centros de educación de personas adultas, de educación permanente, centros de profesores y recursos, de educación no reglada, etc.
En el contexto de la sociedad de la información y del conocimiento resulta impres- cindible que las instituciones educativas reflexionen y redefinan sus funciones. Los saberes tradicionales se tornan caducos y perecederos. Se multiplican los soportes, se diversifican los canales de difusión de la información y se extiende la idea de que no es necesario acumular muchos conocimientos, sino saber dónde están y cómo aprenderlos o desaprenderlos en el momento necesario. La biblioteca escolar es un buen aliado para alcanzar estos propósitos (Agustín, 2011).
El modelo de biblioteca escolar ha estado estrechamente relacionado con el tipo de sis- tema educativo del que forma parte, y sus patrones de desarrollo han sido análogos a las respuestas que el propio sistema ha propuesto en cada uno de los países. Históricamente, el eje de la escuela ha girado en torno a la enseñanza de los contenidos curriculares impartidos por el profesorado. Esta escuela demandaba una biblioteca concebida con funciones auxiliares, que se centraba en los soportes librarios, el procesamiento técnico de la colección y la conservación de los fondos, y estaba orientada –casi en exclusiva– hacia la custodia y, en su caso, hacia la lectura de textos literarios.
Las reformas educativas iniciadas en las últimas décadas del siglo xx establecieron como principios básicos la enseñanza comprensiva y el aprendizaje significativo, desplazando el centro de interés desde el profesorado hacia los estudiantes, que dejaron de desempeñar el rol de receptores pasivos para convertirse en los verdaderos prota- gonistas de los procesos pedagógicos.
Este cambio de modelo educativo ha supuesto una profunda revisión del concepto de biblioteca escolar, que ha comenzado a ser considerada como un centro activo de recursos informativos y documentales al servicio del aprendizaje, con una fuerte implicación estratégica en los procesos pedagógicos desarrollados en el centro. Sin embargo, diversas circunstancias –cambios legislativos, recortes presupuestarios, etc.– han dificultado notablemente la consolidación y la sostenibilidad de este nuevo modelo de biblioteca.
En la actualidad, la biblioteca escolar experimenta las mismas tendencias que cualquier otro tipo de institución bibliotecaria: el carácter cada vez más audiovisual y multimedia de las colecciones bibliográficas, los cambios originados por las TIC y los entornos digitales o la integración y la cooperación en redes de sistemas bibliotecarios cada vez más amplios, entre otras.
Dentro del programa de intervención educativa planteado por la biblioteca escolar, cobra especial importancia el desarrollo de un plan lector. Este plan es un conjunto de estrategias –planificadas y coordinadas por profesionales– para promover el hábito de la lectura en el aula, el centro, la familia y el entorno social. Es también un instrumento que parte de un análisis previo de las necesidades y de la detección de las principales carencias y dificultades relacionadas con la competencia lectora. Debe incluir principios generales que impulsen y dinamicen los cambios necesarios en la planificación didác- tica de cada área o materia curricular, así como actuaciones globales que involucren a ciclos, etapas educativas o, en su caso, a todo el centro.
Por otra parte, un aspecto que suscita debate es el perfil profesional del responsable de la biblioteca escolar, planteándose la discusión en torno a la idoneidad de la figura de maestro bibliotecario frente a la de bibliotecario escolar (Becerra, 2012).
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