Narración oral. Cuentacuentos

Concepto

La narración oral es una sucesión de acciones desarrolladas a través del tiempo, un arte que propicia la sociabilidad y la afectividad (el espacio narrativo esencial nace en diversos ámbitos: en la familia, en el trabajo, en la calle y en el juego) y un acto de comunicación, tan antiguo como el hombre. De ahí su relación con el folclore entendido como saber popular.

Todas las culturas, desde su formación, relatan sus orígenes y se plantean y explican cuestiones vitales, procesos de la naturaleza que no entienden, para contárselos a los demás en forma de mitos, leyendas, cuentos, costumbres, creencias, en suma, una parte de literatura folclórica estrechamente vinculada al concepto de cultura como noción que abarca aspectos antropológicos, folclóricos y etnográficos, que constituyen una serie de hábitos, a través de los cuales se diferencian y se asemejan unos pueblos a otros.

Desde el punto de vista de la formación literaria, narrar se constituye en eje básico para el desarrollo cognitivo, perceptivo y memorístico. La narración oral y los cuentacuentos conducen al individuo a comunicar, convivir, construir verbalmente el mundo, formar su autonomía individual y amar la palabra cuyo carácter evocativo establece vínculos de unión y abre las puertas a la memoria; son algo vivo, donde el alumno deja de ser un espectador pasivo y aporta sus experiencias lectoras con- virtiéndose en receptor activo del proceso enseñanza-aprendizaje, lo que le puede proporcionar un bagaje muy rico en el vasto campo de la literatura oral y escrita.

En el mundo actual, es esencial que se cuenten muchos cuentos, porque promueven el contacto entre niños y personas de cualquier edad o cultura, de su familia o de su entorno, con lo que se puede apreciar ese otro tipo de sabiduría (folclore) que no está en los libros, como las costumbres que se pueden contar, algunas ya desaparecidas, las canciones que se pueden cantar, los romances e historias que aún se logran aprender de los mayores.

La antigua figura de los contadores tribales revive en la actualidad en los cuente­ ros latinoamericanos y en los cuentacuentos de todo el mundo; hoy en la plaza mayor de Marrakech asombra ver a los narradores tradicionales que, siguiendo las ilustraciones en un gran cartel, narran los relatos de Las mil y una noches, un gran referente literario universal.

Análisis

Uno de los principios más difíciles del proceso de la narración oral es el saber escuchar, de ahí la importancia de la escucha activa, que significa oír y entender la narración desde el punto de vista del que relata. La escucha activa es la habilidad de escuchar, no solo lo que una persona está narrando directamente, sino captar sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen en lo narrado; por eso –indica Teresa Zapata– la palabra que se dice y que se cuenta se percibe solo cuando repercute en los demás y crea sensaciones de vida.

Escuchamos si vemos, sentimos y comprendemos las palabras, que es cuando se produce una fascinación auditiva. Es oportuno reflexionar sobre lo que Fernando Savater denomina «dimensión narrativa», un aspecto de la educación humana que conviene resaltar; la dimensión narrativa engloba y totaliza los conocimientos por ella transmi- tidos. Los humanos no somos problemas o emociones, sino historias; nos parecemos menos a las cuentas que a los cuentos. Es imprescindible, por tanto, que la enseñanza sepa narrar cada una de las asignaturas vinculándola a su pasado, a los cambios sociales que han acompañado su desarrollo, etc.

La narración oral es un acto de libertad, de amistad, de sabiduría, de solidaridad y de amor y generosidad, porque el narrador se entrega a los demás voluntaria- mente cuando cuenta algo. El que relata ha de tener unas características especiales de carácter innato, porque ha de ser capaz de atraer la atención del auditorio, cuali- dad que no todo el mundo posee, aunque observando a buenos narradores, con la práctica y la experiencia, cualquier persona puede narrar.

Para muchos escritores, su motivación esencial para escribir la ha constituido el afán o la vocación de contar la vida. Ana María Matute se considera a sí misma «una contadora de historias»; Carmen Martín Gaite le da tanto valor a lo que se cuenta que señala que, de cualquier tragedia que sucede en la vida cotidiana, aún se oye la frase«quedó uno para contarlo»; muchas de las novelas de García Márquez están basadas en «lo que oyó y contempló» y de esta manera surgió su vocación de escritor con la finalidad de narrarlo todo.

 

Implicaciones

Diferentes escuelas han utilizado y siguen utilizando la narración oral como la panacea para animar a la lectura, pero hay que evitar que el hecho de contar cuentos se convierta en un espectáculo que, en ocasiones, es más circense que literario. La selección de cuentos ha de ser rica estilísticamente, con recursos de lenguaje figurado variados y con la participación de los niños, no se debe perder el ambiente de poesía y misterio que envuelve a los cuentos para que los seduzcan con la escucha. La hora del cuento que los anglosajones propugnaron, en los primeros niveles educativos ha de ser una actividad diaria en las aulas. La curiosidad de los niños es infinita y, si se sacia, es mediante las preguntas que realizan sobre todo lo que oyen. Por ello, la persona que narra debe haber asimilado el relato que va a contar, no de forma memorística, sino vivencial. Ha de ser capaz de meterse de lleno en él, ha de gustarle para que pueda contagiar a quien lo escucha, ya que su apreciación subjetiva se transfiere al auditorio.

Padovani, para preparar la práctica de la narración en el aula, señala los siguientes pasos:

1. Elección de los textos.

2. Tener en cuenta el componente tradicional de planteamiento, nudo y desenlace.

3. Trabajar el texto antes de narrarlo.

4. Descubrir las palabras desconocidas.

5. Llamar la atención sobre personajes y situaciones.

6. Insistir en la importancia de la entonación, especialmente en aquellas acciones que contribuyen a dar lentitud al relato.
7. Narrar un cuento que guste previamente al narrador. Nadie entusiasma o seduce narrando o contando lo que no le gusta.
8. Tener en cuenta la edad del receptor.

9. Pensar en los gustos e intereses de los receptores pues, si la narración se va a hacer en la clase, habrá que ir variando los tipos de cuentos, para que todos los niños en alguna ocasión se sientan vinculados a la narración.

Hay muchas técnicas para narrar cuentos oralmente, que oscilan desde las que aconsejan narrar exclusivamente con la voz, hasta las que sugieren utilizar todo tipo de recursos, como marionetas, disfraces, muñecos, máquinas que cuentan, etc., técnicas para enriquecer el hecho narrativo, es decir, para jugar con ellas después de la narración y que se pueden clasificar de la forma siguiente:

• De recreación de la palabra: cambiar finales y principios, añadir personajes, mezclar personajes de distintos cuentos, inventar diálogos que sirvan de base para narrar cuentos entre dos o más niños…

• De palabra y música: utilizar instrumentos musicales en la narración oral, cantar los estribillos que aparecen en muchos relatos, buscar fondos musicales que acompañen la narración…
• De palabra e imagen: dibujar secuencias, ilustrar cuentos, extraer los temas y expresarlos mediante un dibujo, convertir un cuento en un cómic…
• De palabra, gesto y movimiento: dramatizar fragmentos y cuentos…

• De palabra y cine: comparar lenguaje fílmico y literario de las narraciones…

• De nuevas tecnologías: buscar cuentos en la red, componer cuentos con personas de otros lugares…

Otros autores, como la norteamericana Sara Cone Bryan, las españolas Elena Fortún y Ana Pelegrín, el italiano Gianni Rodari y el árabe Nacer Khemir, señalan otras técnicas de contar cuentos, que se están teniendo en cuenta en todos los centros educativos españoles. Un buen ejemplo es el de este último autor en su obra El cuento de los contadores de cuentos, en la que, conforme el maestro va narrando la historia, sus lumnos van modelando los personajes en barro.

Narrar oralmente conduce a los individuos al gusto por la lectura literaria. Pérez Reverte, en Carta a María, recomienda a una niña de 14 años que lea a Quevedo y a Cervantes, el teatro y la poesía del Siglo de Oro, a Galdós, a Valle Inclán, a Baroja, y a escritores universales como Dante, Dickens, Tolstoi, Dostoievski, Melville, Mann, etc., y que no se olvide de la Biblia. Muchas posibilidades humanas, históricas, estéticas, psicológicas y culturales encontramos en esta breve relación para trabajar la narración oral y la lectura en voz alta, también con adolescentes.

Referencias

Cone Bryan, S. (1976), El arte de contar cuentos, Barcelona: Novaterra.

Fortún, E. (1971), Pues Señor…, Barcelona: Olañeta.

García Márquez, G. (2002), Vivir para contarla, Barcelona: Mondadori.

Khemir, N. (2004), El cuento de los contadores de cuentos, México: Fondo de Cultura
Económica.

Morote Magán, P. (2002), «El cuento de tradición oral y el cuento literario: de la
narración a la lectura», en La seducción de la lectura en edades tempranas, Madrid:
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Padovani, A. (1999), Contar cuentos. Desde la práctica a la teoría, Buenos Aires,
Barcelona, México: Paidós.

Pelegrin, A. (1984), La aventura de oír, Madrid: Cincel-Kapelusz.

Pérez Reverte, A. (2000), «Carta a María», El Semanal del diario ABC, Madrid, 19 de
noviembre.

Savater, F. (1997), El valor de educar, Barcelona: Ariel.

Ventura, N. y Durán, T. (2008), Cuentacuentos. Una colección de cuentos para poder
contar, Madrid: Siglo XXI.

Zapata Ruiz, T. (2007), El cuento de hadas, el cuento maravilloso o el cuento de
encantamiento, Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Fecha de ultima modificación: 2014-03-24