Utilizamos el término tematología (comparative thematics), acuñado por Van Tieghem en 1931, para referirnos tanto al estudio comparado de temas y mitos literarios como a la investigación teórica sobre los mismos. Aunque en ocasiones se emplea el concepto temática, de Boris Tomachevski, para el estudio teórico, quedando tematología exclusivamente para el enfoque comparatista, nos inclinamos por el uso de tematología para ambos casos, por ser el término mejor consolidado académicamente.
La relación entre realidad extraliteraria y realidad textual que caracteriza a la tematología ha constituido uno de los mayores argumentos para el cuestionamiento de su estatus entre el resto de disciplinas que forman parte de las ciencias literarias, pero ha sido paralelamente una de las claves de su innegable fertilidad crítica y de su actual auge.
Si en su origen los estudios tematológicos suscitaron el recelo de gran parte de los teóricos más relevantes del panorama internacional, hoy se nos presentan como una rama imprescindible del comparatismo. La intertextualidad inherente al tema literario convierte la tematología en una disciplina clave para abordar las literaturas poscoloniales o los fenómenos supranacionales. Reflexionaremos tanto sobre su potencial como herramienta de análisis y conocimiento, cuanto sobre sus limitaciones teóricas y metodológicas.
Las dudas en torno al valor de la tematología están vinculadas a los dos grandes ejes sobre los que se ha articulado la reflexión sobre el concepto de literatura en los últimos cien años: la noción de literatura del estructuralismo francés y la supremacía de la forma el sobre contenido en los estudios literarios provenientes del formalismo ruso.
Ambos enfoques chocaron con la realidad teórica de los temas literarios: la insoslayable referencialidad de temas y mitos literarios, y la imposibilidad de estudiarlos sin una importante atención al contenido, sobre todo desde la perspectiva comparatista.
Debido, entre otros motivos, a este desafecto por la tematología, el desarrollo de los estudios temáticos no ha seguido una progresión lineal a lo largo de su historia. Podemos contar con tres grandes puntos de inflexión en su irregular desarrollo: en los años treinta, sesenta y ochenta del siglo XX.
Volviendo a los objetos de investigación tematológica, estos suelen distribuirse en dos concepciones ampliamente aceptadas: los temas y los mitos literarios.
El mito, definido por Dabezies en un sentido muy amplio como «ilustración simbólica y fascinante de una situación humana ejemplar para una determinada colectividad», puede pasar a convertirse en mito literario desde una doble procedencia: desde la tradición oral y la mitología etnorreligiosa, o directamente desde la literatura, como en el caso de Fausto y de Don Juan. Sellier incluye en esta taxonomía el mito políticoheroico surgido alrededor de figuras históricas como Napoleón y Juana de Arco.
Dos de las características fundamentales del mito literario se derivan del axioma de Pageux, «no hay mito sin destinatario». Por un lado, el mito responde y conversa con la cultura en la que nace o se desarrolla, pero por ese mismo motivo el mito está siendo metamorfoseado constantemente por la realidad que lo narra. Muchos autores denominan «mitemas» a esos rasgos en que podemos descomponer un mito y que nos permiten reconocerlo a pesar de sus mutaciones. Es el caso, por ejemplo, de Medea: de la tradición oral pasó a la tragedia de la mano de Eurípides, quien introdujo el doble filicidio inseparable de su figura en nuestros días. De la grandeza de su venganza desesperada no queda nada en la Medea de Séneca, pero es reformulada en la obra de Pasolini o en la película de Arturo Ripstein de 2002 Así es la vida, con texto de Garciadiego. Rousset llama «invariantes» a estos elementos que perviven y nos permiten reconocer y reformular las variaciones y modulaciones del mito literario.
El otro gran objeto de la tematología, los temas literarios, son definidos por Pierre Brunel como aquellos «temas de interés general para el hombre». Suelen ser clasificados en tres grandes categorías, que van desde los universales temáticos, de fuerte arraigo cultural (el amor, el destino, la muerte), a los estrictamente ,personales, muy controvertidos desde el punto de vista comparatista, pasando por las temáticas y la imaginería de una época determinada (el mundo como teatro, el tópico de ver y amar...).
Tomachevski usó el término «motivo» para designar las unidades elementales en que puede descomponerse el material temático. Tal y como explica Segre, «entre tema y motivo [...] existe una relación de complejo a simple, de articulado a unitario».
Todorov enriquece la terminología tematológica con la utilización de topos para designar la presencia estable de varios motivos que suelen aparecer de manera recurrente y estereotipada en la literatura. Segre, por su parte, define estos topoi como los esquemas, acciones o situaciones propias de la imaginación, depositados en la memoria colectiva de forma normalmente estereotipada, pero con márgenes de transformación. La característica básica en la conformación de repertorios de motivos, temas y topoi es la recursividad, que dota de una notable estabilidad al esquema temático a pesar de esta facultad de cambio.
Los temas y mitos literarios están fundamentados en una reescritura y relectura constantes, en una transducción a diferentes tempos e intensidades de la historia de la literatura. Son, por tanto, fundamentales en las reflexiones de intertextualidad, interartes o transducción.
Por otro lado, si la continuidad de determinados motivos o mitemas dentro de un tema o mito suscita nuestro interés, coincidimos con Pageux en que son las diferencias en la narración de un mismo tema a lo largo de su historia las que representan una herramienta crítica de mayor valor. La especialización de la tematología en la imagología, en cuanto análisis de los prejuicios y estereotipos asociados a un colectivo, supone nuevamente un indicador de su validez para los estudios poscoloniales o feministas. Edward Said escribe en Cultura e imperialismo que «Todas las culturas tienden a construir representaciones de las culturas extranjeras para aprehenderlas de la mejor manera posible o de algún modo controlarlas».
Además, determinados mitos pueden ser entendidos como verdaderos símbolos culturales de un momento histórico dado. Prometeo dio paso a Sísifo y este al actual Ulises. Comprender y saber dar sentido a la recurrencia de un tema o mito en la literatura de un período histórico concreto es una forma de reflexionar también sobre las grandezas y las miserias, los excesos y las carencias de ese mismo entramado social.
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