Concepto

Editor es un término polisémico que en nuestra lengua designa a las personas que desempeñan los dos roles centrales de la industria de la edición: 1. El empresario editorial, en inglés publisher, quien asume el riesgo financiero de la publicación. 2. El editor profesional, que supervisa, corrige, equilibra y sugiere mejoras de los contenidos, normalmente de acuerdo con el autor.

Ya en 1920, Unwin, en uno de los primeros escritos sobre edición realizados con vocación didáctica, había intentado sistematizar los principales atributos del oficio de editor que, según este autor, eran:

  • Conocimiento de la literatura del género al que se dedica. 
  • Criterio, sentido común, olfato para seleccionar los manuscritos a publicar y la determinación del número de ejemplares a imprimir. 
  • Conocimientos técnicos (sobre papel, imprenta, encuadernación). 
  • Buen gusto. 

 Más recientemente, Javier Pradera había estipulado que las competencias que ha de poseer un buen editor serían: 

  • Posesión de imaginación e inventiva para encontrar el punto intermedio entre la oferta y la demanda. 
  • Capacidad empresarial para organizar y canalizar la vocación. 
  • Conocimiento de los mecanismos que hagan viable la empresa. 
  • Capacidad para organizar el conocimiento que se quiere transmitir. 
  • Estar en posesión de un proyecto cultural. 
  • Organizar un catálogo coherente y asociarlo a una imagen de marca. 
  • Apostar a corto, medio y largo plazo por la producción editorial. 

Se podrían multiplicar las definiciones y sistematizaciones que los editores han hecho de su tarea; para ello no hay más que leer algunas de las biografías, memorias o reflexiones que se han publicado en estos últimos años, como las de Einaudi, Muchnik, Unseld, Rafael Borrás y Esther Tusquets, pero siempre se encontrarán propuestas parecidas y convicciones similares como respuesta al reto permanente de la función editorial: la incertidumbre de una demanda de difícil gestión que es siempre posterior a una oferta siempre nueva. Puede haber edición sin editores, pero siempre que, subyacente, tenga presencia la función editorial, independientemente de quien acabe asumiéndola. 

Bernard Grasset afirmaba que el oficio del editor consiste en decir que no. Siegfried Unseld opinaba que la tarea del editor era la de formar con elementos casi incompatibles un conjunto, un programa. Como el autor planea y compone libros, el editor planea y compone bibliotecas, opinaba Laín Entralgo, resaltando de este modo esa tarea de planificación y sistematización conceptual y ontológica a la que se enfrenta todo editor. 

De lo que no cabe ninguna duda es de que, parafraseando a Octavio Paz, la existencia de nuestra literatura se debe no solo al genio y talento de nuestros grandes poetas y escritores, sino también a la acción de muchos editores arrojados e inteligentes.

 

Análisis

El editor es el artífice del inicio del largo proceso que culminará en la publicación de una obra. Es lo más parecido a un empresario en la edición. Su más importante función es la de descubrir, seleccionar y adquirir obras que conformen el catálogo editorial, fin último de cualquier firma que constituye su imagen de marca y articula su capital simbólico. El acceso a las obras se efectúa de múltiples maneras, usando para ello una gran variedad de fuentes. Algunos libros son sometidos a su consideración por los agentes literarios, otros por los escritores que ya han publicado en otras ocasiones; otros los origina el mismo editor sugiriendo la idea de su elaboración a los escritores o a sus agentes; en otras ocasiones, la adquisición es por cooptación, cuando hay que competir con otros editores para adquirir los derechos de una obra que interesa a la editorial.

La función más importante del editor es la de moldear, dar forma al libro. El editor no está directamente implicado en el estilo particular del autor. Su trabajo es evaluar el libro como un todo y ayudar al autor a mejorarlo en la medida de lo posible, y esto se hace mucho antes de que el libro esté produciéndose. Evalúa si el libro consigue los objetivos perseguidos. Trabaja con el autor, con el departamento de marketing, con el de derechos, con el de comercialización, para otorgar a la obra la máxima visibilidad posible y conformar las colecciones que constituirán las señas de identidad de la editorial.

La función del editor es la de garantizar la calidad de los textos que publica, desde el punto de vista formal y conceptual, y proporcionarles visibilidad a través de su inserción en un circuito adecuado y conforme con la naturaleza de los textos en cuestión. Y esta función, que entraña el dominio de una gran cantidad de subcompetencias, estará siempre presente independientemente del entorno tecnológico, cultural o social en donde se desempeñe el cometido editorial.

Implicaciones

El desarrollo de la edición electrónica, primero en el ámbito de las revistas científicas, después en el de las monografías, ha ampliado y transformado las competencias y funciones editoriales, introduciendo un componente tecnológico cada vez más importante en los cometidos profesionales.

Como en otros muchos sectores industriales, los sistemas de gestión en casi todas las editoriales existentes están en la actualidad absolutamente automatizados, y la información gestionada es compilada y distribuida de forma electrónica. Muchas editoriales han creado secciones con sistemas de edición que almacenan los datos bibliográficos y otras informaciones de los títulos que publican, de tal manera que pueda acceder a ellos cualquier miembro de la organización que esté conectado en red. Datos financieros, de producción, cálculo de precios, tiradas, márgenes de beneficios y otras rutinas editoriales han sido igualmente automatizadas, así como el cálculo de los derechos y otras transacciones. Una alta proporción de las comunicaciones con los clientes y autores se efectúa electrónicamente. La gestión del stock se ha automatizado igualmente, con lo que esto representa de economía en el tiempo de respuesta a los clientes. La creación de páginas web por parte de casi todas las editoriales ha incrementado su nivel de visibilidad y sus posibilidades comunicativas a todos los niveles. Con el desarrollo de Internet, muchos editores han invertido en el desarrollo de sitios web con objeto de tener una presencia en línea y mayor visibilidad. Inicialmente, los sitios web fueron considerados por los editores poco más que como un catálogo, un entorno en el cual sus libros podían ser listados y vendidos. Pero progresivamente Internet se ha ido convirtiendo en algo más, ofreciendo otras prestaciones igualmente interesantes y consistentes para el editor: un medio a través del cual proveer de un amplio elenco de servicios a los clientes, que podía ser usado proactivamente para el mercado del libro y para indagar sobre este.

La edición, vinculada al papel hasta hace pocos años, ha derivado hacia sistemas multiplataforma que obligan a los profesionales del sector a pensar la distribución de contenidos en función de los distintos soportes y medios en los que estos se pueden plasmar: ordenador, lector electrónico, tableta, móvil, etc., con lo que las funciones editoriales se han revestido de mayor complejidad estratégica y tecnológica, sin que esto desvíe al editor de su cometido nuclear: el trabajo con los contenidos. Con la revolución digital ha quedado claramente establecido que el núcleo del negocio editorial, en los próximos años, se ha de centrar en la adquisición y el desarrollo de los mismos. La función consustancial al trabajo editorial es el trabajo con los contenidos, la concesión de un valor añadido a los mismos a través de una adecuada puesta en página, garantizando que su legibilidad y recepción sea lo más eficiente posible. Esta cuestión adquiere particular importancia ahora que los últimos desarrollos en el ámbito de la edición electrónica, la que tiene que ver con los dispositivos de lectura portátiles, los lectores de libros electrónicos, son una realidad, abriendo para los editores unas oportunidades de mercado hasta hace poco inexistentes.

 

Referencias

Borrás Betriu, R. (2005) La guerra de los Planetas: memorias de un editor. Barcelona, B.S.A.  

Einaudi, G. (1994). Conversaciones con Severino Cesari., Madrid: Anaya y Mario Muchnick,  

Muchnik, Mario (1999). Lo peor no son los autores: autobiografía editorial (1966-1997) Barcelona: Taller de Mario Muchnick.  

Tusquets, E. (2005) Confesiones de una editora un poco mentirosa. Barcelona, R que R, 2005

Unseld, S. (2010). El autor y su editor. Madrid: Taurus,  

 

 

 

Fecha de ultima modificación: 2013-09-26