Concepto

El término oralidad se recoge, en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia, en una única acepción cualidad de oral y se señala como un avance de la vigésima tercera edición del diccionario (consultado el 1 de mayo de 2012); y el término oral, acepción 1 adj., que se manifiesta o produce con la boca o mediante la palabra hablada. Estas acepciones conducen a las culturas primitivas donde el valor de la palabra es sagrado y ritual, ya que se vincula a las preocupaciones básicas de la existencia.

Todavía hoy pervive en culturas rurales la curación por la palabra, mediante oraciones acompañadas de ensalmos que se difunden verbalmente de generación en generación. Y la épica primitiva es en principio oral y después ha sido fijada por la escritura, por ejemplo El Ramayana, La Odisea, La Biblia… de ahí que en la oralidad y en el surgimiento de la escritura, los textos orales sean tan necesarios para entender al hombre capaz de crear y de integrarse en lo popular, que implica la noción de pueblo como tradición, como grupo humano poseedor de sensibilidad y memoria para recoger, transcribir, fijar, guardar, analizar y transmitir, todo lo cual se erige en el núcleo central de trabajos de investigación sobre folclore, géneros discursivos y géneros literarios escritos que se pueden estudiar desde el análisis lingüístico-literario, desde la interculturalidad y desde la intertextualidad.

La oralidad es un vehículo de transmisión cultural y un sistema de comunicación, ya que se necesita la voz y el gesto de quien habla, canta o cuenta en un espacio y en un momento del tiempo con el fin de que se le escuche, se le entienda y se le interprete por unos oyentes, a quienes el que habla se dirige y tiene en cuenta. Bajtín (1982) llamó la atención sobre la oralidad negada a través del binomio opositivo texto oral/texto escrito, que ha privilegiado el segundo como único enfoque del estudio del discurso y en su estudio de Rabelais y su contexto histórico (1974) vinculó el análisis literario con el folclore ofreciendo brillantes teorías sobre la dinámica de las culturas populares. La oralidad es universal; Zumthor (1991) señala que la oralidad no significa analfabetismo, sino supervivencia, resurgir de algo anterior. No hay oralidad en sí misma, sino múltiples estructuras de manifestaciones simultáneas, que cada una en su propio orden ha llegado a grados de desarrollo desiguales. No cabe hablar, pues, de la oposición entre oralidad y cultura escrita, sino, al contrario, de una situación de interacción y mezcla de ambas.

 

Análisis

Apoyándonos en las teorías de Zumthor (1991) y Ong (1987) se distinguen tres tipos de oralidad:

1. Una oralidad primaria e inmediata o pura, sin contacto con la escritura, propia de personas, que solo han tenido una cultura oral. 

2. Una oralidad mixta, que coexiste con la escritura y que según el modo de esta coexistencia puede funcionar de dos maneras: como tal (mixta) cuando la influencia de lo escrito permanece externa a ella (por ejemplo, en nuestros días en las masas iletradas del tercer mundo) o como oralidad segunda que se (re)compone a partir de la escritura y en el seno de un medio donde esta predomina sobre los valores de la voz en el uso y en la imaginación.

3. Una oralidad mediatizada, por tanto diferida en el tiempo y en el espacio. Ong (1987) trata, en este sentido de la relación indisoluble oralidad/escritura, a la que esta última nunca podrá sustraerse debido a que en todos los mundos que descubre la escritura, aún vive la palabra… Señala, además que la escritura, la imprenta y la computadora son, todas ellas, formas de tecnologizar la palabra, al mismo tiempo que reivindica la importancia de la oralidad como parte del discurso total de la cultura caligráfica técnica.

Las ideas de Ong (1987) responden al hecho de que la oralidad y la escritura forman parte integral de la evolución moderna de la conciencia hacia una mayor interiorización y una mayor apertura. Si bien el retorno a un estado de oralidad primaria es imposible, Ong (1987) legitima la oralidad como categoría fundamental e indispensable de la interacción humana. Enfoques críticos recientes resaltan que el punto de partida imprescindible para reconocer e incluir la voz del otro, frecuentemente asignado al segundo término de la oposición binaria (oralidad/escritura) es insuperable y arbitrario, aunque insiste Ong en que la oralidad no es un ideal, y nunca lo ha sido; enfocarla de manera positiva no significa enaltecerla como un estado permanente para toda cultura, pues el conocimiento de la escritura abre posibilidades para la palabra y la existencia humana que resultarían inimaginables sin ella.

Implicaciones

En el mundo actual letrado, la literatura oral convive con la cultura escrita, audiovisual e informática. Hoy consultamos múltiples recopilaciones y antologías de leyendas, cuentos, romances, fábulas, etc., que o se han transcrito fielmente, o se han sometido a procesos de reelaboración artística y literaria, o las han creado los escritores, aunque bebiendo en las fuentes de la tradición popular. De esas tres formas llegan hasta nosotros. Incluso la informática, la Red, ayuda a conocer y encontrar con rapi- dez numerosas versiones y variantes de cualquier género oral, para poder trabajar en las aulas en los diferentes niveles educativos; son etnotextos aprovechables – aunque no fiables en su totalidad por no indicar, en ocasiones, lugar de recogida, fecha de nacimiento y nombre y apellidos de los informantes– como elemento de comparación de las versiones que los estudiantes conocen; unas han sido recogidas por vía oral en el ámbito familiar y evocadas en su memoria; otras, conocidas en el medio escolar a través de antologías y libros de lecturas, donde se incluyen géneros orales recreados por escrito. Por esta razón, cuando se propone algún trabajo de campo (investigación in situ), los estudiantes han de partir de los conocimientos previos literarios aprendidos en familia o en lugares de juego, mediante los cuales se ha acentuado con el tiempo la interacción humana que rodea el proceso de la tradición popular y el hecho literario.

Es difícil en estos tiempos pensar en el texto oral como texto no escrito, pues incluso cuando se dirigen trabajos de campo para recopilar materiales orales, en el momento en que se transcriben estamos fijando la lengua en un instante de su historia, sincró- nicamente, a través de las manifestaciones de hablantes individuales que presentan un estilo diferente al de los textos escritos.

El estilo oral posee rasgos especiales: imprevisibilidad, espontaneidad, soltura, economía sintáctica, reiteraciones, vulgarismos, localismos, dialectalismos, arcaísmos, vocativos, diminutivos, adjetivos, comparaciones, metáforas, dichos, expresiones, etc. (propios del lugar de nacimiento del narrador que forman parte de su idiolecto), fragmentarismo (semánticamente, texto no acabado), integración de códigos lingüísticos (vulgares y cultos), paralingüísticos como rasgos suprasegmentales (entonación, ritmo, tono de voz, pausas, etc.) y elementos cinéticos (movimientos corporales conscientes o inconscientes con valor comunicativo) y proxémicos (el espacio en la comunicación lingüística, la cercanía o el alejamiento entre el que habla y quienes escuchan; las posturas, el contacto físico, ausente o presente, etc.). Todo lo cual es básico en el análisis del habla de los lugares de nacimiento y vida de los informantes y enseña mucho sobre la competencia retórica adquirida por el hablante mediante la literatura oral, algo que se estudia posteriormente en la escrita. Además, para que todos estos rasgos se integren entre sí, hay que filmar y grabar a los informantes, con el fin de que no se pierda ningún detalle oral o gestual que afecte al discurso.
Es preciso, con posterioridad, analizar las manifestaciones literarias narrativas que se dan en el transcurso de la vida del hombre, así como sus creencias, fiestas y diversiones, muchas de las cuales dan lugar a otros tipos de géneros orales: romances, juegos, cantos, sucedidos, anécdotas, leyendas, cuentos… Además, hay que dar una interpretación lo más fiel y exacta posible de las narraciones orales que se encuentren.

Pastores, guardianes de casa de campo, vendimiadores, recolectores de aceitunas, segadores…, son una fuente inapreciable en todo tipo de recopilación. Cualquier término o expresión popular se analizará después de la recogida y transcripción: desde las ciencias naturales, realizando trabajos sobre plantas medicinales, sus denominaciones, sus ritos…; desde la filosofía, a través de los refranes; desde la religión y la historia, mediante el análisis de creencias, fiestas, cofradías, hermandades, oraciones, leyendas…

Hay que convertir las aulas en microespacios de recepción, investigación, narración, creación y recreación literaria individual y colectiva, que liberen la expresión y den lugar a un goce estético, lo que se logra programando actividades que supongan un reto para los estudiantes por su carácter motivador o estimulador y procurando mantener posturas abiertas y participativas. Consideramos, siguiendo a Zumthor, que el acto de la información es único y «nunca exactamente reproducible» (1989).

 

Referencias

Bajtín, M. (1982). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI.

Bajtín, M. (1974). La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Barcelona: Barral.

Morote Magán, P. (2010). Aproximación a la Literatura oral. La leyenda entre el mito, el cuento, la fantasía y las creencias. Valencia: Perifèric.

ONG,Walter, J.(1987). Oralidad y escritura. México: Fondo de Cultura Económica.

Zhumthor, P.(1989). La letra y la voz en la literatura medieval. Madrid: Cátedra.

Zhumthor, P.(1991). Introducción a la poesía oral. Madrid: Cátedra.

Fecha de ultima modificación: 2014-03-24