Concepto

La librería constituye uno de los componentes fundamentales en la transmisión del mensaje literario mediante el soporte libro, por lo que de acuerdo con Ayuso (1990, citado por Díaz-Plaja y Prats, 1998), el librero, junto al editor y al distribuidor, se convierte en uno de los intermediarios esenciales de la educación literaria desde la perspectiva técnica o comercial, o en terminología específica de la didáctica de la literatura, en un mediador clave entre el lector y el libro.

La función de la librería y del librero como su máximo exponente trasciende la mera compraventa mecánica de libros y ejerce un papel protagonista en tres grandes ámbitos: como agente cultural de una de las industrias culturales más fructíferas en nuestro país, como garante de la diversidad de la oferta cultural y como creador y renovador constante del fondo bibliográfico al que acceden los compradores y, por tanto, los futuros lectores.

Análisis


En el ámbito de la educación literaria, el Equipo Peonza (2001), entre otros especialistas, ha subrayado la relevancia de la función del librero que ama su profesión y desempeña con agrado la función de animador y mediador entre sus clientes y los libros, sobre todo, en el caso de los lectores pequeños y adolescentes. La compra de libros destinados al público infantil y juvenil suele venir determinada por el doble receptor, por una parte, el niño o el joven, pero por otra, el padre o adulto que finalmente comprará la obra y que en gran número de ocasiones no posee más conocimientos sobre este sector que el título de la obra o la edad del destinatario. Por este motivo, el Equipo Peonza destaca la importancia para el librero de fusionar con destreza los requerimientos comerciales de su profesión con una actitud permanente de fomento de la lectura desde las edades más tempranas, incluso como garantía de continuidad de su negocio.

Entre otras funciones de la librería, Barandian (2008) distingue las siguientes:

1. Escaparate, esto es, la puerta de entrada al sector del libro y el canal esencial de su comercialización y difusión.

2. Prescriptor.

3. Lugar de encuentro, de reunión y de convivencia, en tanto que elabora propuestas, propicia la aproximación entre autor y lector y genera un espacio de intercambio de ideas, experiencias vitales y lecturas.

4. Espacio de servicios, sobre todo a través de tres grandes esferas de actuación como centro de información, mediante su presencia en el medio y referente de la«bibliodiversidad» comprendida como el punto de contacto entre el público y la rica producción de editoriales pequeñas, medianas o incluso grandes.

5. El librero como persona y espacio mediador entre la extensa cantidad de títulos publicados anualmente y sus lectores.

6. La constitución de una comunidad de lectores que la librería genera desde su oferta de lectura concreta.

Sin embargo, la impresionante oferta editorial anual impide el conocimiento de todos los títulos por parte de un librero y la presentación en una sola librería de todo el fondo bibliográfico, ni tan solo de una mínima parte de las novedades, así como la aproximación a todo el abanico de potenciales lectores. La consecuencia más directa radica en la primera responsabilidad del librero: la selección de los libros que ofrecerá a sus clientes y su compromiso con la calidad y la diversidad literaria. En realidad, de un modo u otro, esta conjunción de factores conduce, según Barandian (2008), a la especialización del librero según la primacía de criterios como qué se vende, a quién se vende y en qué contexto se vende.

Implicaciones

La rentabilidad económica de la pequeña librería entra en pugna directa con los denominados por Vargas Llosa «libródromos», calificados como «helados y confusos» por su preferencia por las obras de consumo masivo, por los «libros-basura», por su interpelación directa al consumidor pasivo y multitudinario y la exclusión de su circuito de las joyas literarias de interés particular, como ediciones antiguas o extravagancias impresas de escasa circulación. No obstante, no todas las voces coinciden en esta atribución de responsabilidades, pues si bien Vargas Llosa increpa a los libródromos como principales enemigos de las librerías y responsables directos de su muerte inminente, Mario Muchnik le responde ensalzándolos como una fuente privilegiada de acceso a una gran diversidad de obras y, por tanto, como responsables directos de la igualdad de oportunidades en la industria del libro en sus diferentes facetas como puntos de distribución o editores.

Desde nuestra óptica, la especialización representa una ventaja competitiva para el librero y la librería frente al resto del colectivo, pero en modo alguno implica la asunción de una dimensión cultural plena por el hecho de contar con fondos especializados. Compartimos entonces la diferencia establecida por este investigador entre la vertiente cultural «pasiva», como aquella mantenida por todas aquellas librerías cuyas puertas permanecen abiertas, ofrecen un fondo editorial aceptable e intentan asesorar a sus clientes en la adquisición de sus lecturas, y la vertiente cultural «activa», como aquella reclamada por los distintos especialistas en promoción y animación lectora, en la que la librería actúa con el entorno mediante una presencia constante y una postura con- secuente con la promoción de la lectura, reflejada mediante actuaciones de diferente periodicidad, pero guiadas por el mismo objetivo, tales como sesiones de cuentacuentos, encuentros con escritores, tertulias, edición de guías de lectura, marcapáginas, exposiciones, participación en ferias, salones del libro y jornadas culturales.

Frente a voces apocalípticas en torno a la muerte del libro en formato papel y, por extensión, de la librería y el librero como suministradores de este objeto cultural caduco por la primacía del libro electrónico, la articulación de un proyecto coherente y visible en el entorno social circundante en torno a la promoción y el fomento lector puede transformar la librería en un espacio único y competitivo, y al librero en un agente comprometido con la alfabetización y el placer por la lectura de todos los ciudadanos.

 

Referencias

Ayuso, M., García, C. y Solano, S. (1990), Diccionario de términos literarios, Madrid:
Akal.

Barandiarán, J. M. (2008), «Elogio de la librería especializada», en Millán, J. A.
(coord.), La lectura en España. Informe 2008. Leer para aprender, pp. 261-277,
Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez y Federación de Gremios de Editores de
España.

Díaz-Plaja, A. y Prats, M. (1998), «Literatura infantil y juvenil», en A. Mendoza
(coord.), Conceptos clave en didáctica de la lengua y la literatura, pp. 191-215,
Barcelona: ICE/Horsori.

Equipo Peonza (2001), El rumor de la lectura, Madrid: Anaya.

Muchnik, M. (2000), «De Mario a Mario», El País,http://elpais.com/diario/2000/07/18/opinion/963871209_850215.html 

Vargas Llosa, M. (1997), «Librerías y libródromos », El País,
http://elpais.com/diario/1997/01/12/opinion/853023603_850215.html 

Fecha de ultima modificación: 2014-04-01